Salud mental en personas mayores: cómo cuidarla en el día a día de los centros

La salud mental influye tanto como la física en la calidad de vida de las personas mayores. Descubre cómo cuidarla en residencias y centros de día.

La salud mental de las personas mayores es uno de los grandes retos invisibles en el sector de los cuidados. Con frecuencia, en los centros ponemos el foco en la atención física y sanitaria, pero dejamos en segundo plano aspectos emocionales, psicológicos y sociales que son igual de determinantes para la calidad de vida.

En España, los datos son alarmantes: se estima que más del 25% de las personas mayores de 65 años presentan síntomas de depresión en distintos grados, y alrededor del 40% se sienten solas o con falta de apoyo social. Además, los casos de suicidio en personas mayores representan más de un 30% del total y continúan creciendo en los últimos años.

Estas cifras demuestran que hablar de salud mental en la vejez no es opcional: es una necesidad urgente y los centros de cuidados tenemos un papel clave para dar respuesta desde una Cultura de Buen Cuidado.

¿Por qué es tan importante cuidar la salud mental en la vejez?

  • Una etapa de cambios y pérdidas: la vejez está generalmente marcada por cambios y duelos que impactan fuertemente a la esfera emocional de la persona. Pérdidas personales, de independencia, cambios de rol, de hogar, etc. que pueden afectar gravemente al bienestar de la persona.
  • Clave para la calidad de vida y bienestar: para lograr un bienestar integral, debemos cuidar también la salud mental, ya que, como señalan Schalock y Verdugo en su modelo de Calidad de Vida1, ésta es una de las dimensiones esenciales. No basta con estar “bien físicamente”.
  • Relación directa con la salud física: la depresión, la ansiedad y el estrés no solo afectan al estado de ánimo, sino que tienen un efecto directo en el cuerpo. Están vinculados a un mayor deterioro funcional y cognitivo, un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares e incluso a una menor capacidad de recuperación ante enfermedades y caídas.
  • Prevención del aislamiento social y soledad: un buen estado anímico motiva a la persona a interactual socialmente, participar en actividades y mantener sus relaciones, previniendo la aparición de soledad no deseada, uno de los principales factores de riesgo de depresión en la vejez.
  • Mejora la convivencia en los centros: las emociones positivas y una buena salud mental crean un ambiente más saludable y armonioso en los centros, reduciendo la agitación, los conflictos, el uso de fármacos y facilitando el cuidado.

Consejos para integrar el cuidado de la salud mental en los centros

La Atención Centrada en la Persona (ACP) es la base más sólida para trabajar la salud mental en personas mayores. Este enfoque nos invita a mirar más allá de la enfermedad y situar a la persona en el centro, con su biografía, valores, emociones y deseos.

La teoría está clara pero, ¿cómo llevarla a la práctica en nuestros centros de cuidados? Veamos algunas estrategias y ejemplos:

1. Incorporar la escucha activa en la rutina diaria

A menudo, los profesionales nos centramos en la realización de tareas físicas, pero cuando nos detenemos a escuchar realmente a la persona durante unos minutos fortalecemos el vínculo y generamos una relación de confianza fundamental en el cuidado.

Por ejemplo, en lugar de preguntas generales como “¿cómo estás hoy?” o “¿te encuentras bien?”, podemos usar preguntas más concretas y adaptadas a la persona: “¿hay algo que te haría sentir más cómoda o feliz hoy?” o “¿cómo se encuentra tu hija María después de la operación?».

Este tipo de preguntas refleja interés genuino, muestra atención a las emociones y preferencias de la persona, y nos ayuda a construir relaciones de confianza de forma continua.

2. Fomentar la autonomía y participación

Dar voz a las personas mayores en la organización de la vida del centro tiene un efecto positivo en su salud mental. Por ejemplo, podemos crear un “consejo de mayores” para opinar sobre menús o actividades, que aumenta el sentimiento de control y pertenencia.

Crear espacios de encuentro diario (cafés, tertulias, lectura compartida…), organizar salidas periódicas fuera del centro, promover la participación en la comunidad y el voluntariado nos permite crear experiencias significativas, mantener la conexión con el entorno, fortalecer la red social de la persona y mejorar su bienestar emocional.

3. Diseñar actividades que conecten con la persona

Las actividades programadas en los centros no deben ser un “relleno”, sino oportunidades para conectar con lo que la persona valora y disfruta y ayudarle a alcanzar sus metas personales.

Por ejemplo, si una persona disfrutaba de la jardinería, podemos crear un pequeño espacio verde donde pueda plantar para aumentar su autoestima, disminuir la apatía y favorecer la memoria.

Además, estas actividades pueden adaptarse con distintos niveles de participación o retos para mantener la motivación y generar un impacto positivo continuo en su bienestar emocional.

4. Integrar a las familias en el acompañamiento

Las familias pueden ser una importante fuente de bienestar emocional para las personas mayores, por lo que es esencial involucrarlas activamente en el cuidado y en la vida del centro.

Podemos llevar a cabo acciones concretas como mantener una comunicación abierta y fluida, organizar reuniones periódicas, facilitar su participación en el Plan de Atención y Vida o fomentar su implicación en actividades y eventos del centro para proporcionar bienestar a la persona mayor.

Si quieres saber más, consulta nuestro artículo sobre cómo mejorar la relación con las familias en los centros de atención.

5. Diseñar espacios y favorecer rutinas que generen bienestar emocional

El espacio físico y las rutinas tienen un impacto directo en la salud mental. Desde el enfoque ACP, es importante que ambos se adapten a las preferencias individuales de cada persona.

Por ejemplo, podemos crear entornos con luz natural, colores cálidos, objetos significativos, zonas comunes que promueven la socialización y participación y zonas privadas para el descanso.

También debemos desarrollar rutinas flexibles, que respeten los ritmos de cada persona, potencien el bienestar emocional y refuercen la sensación de autonomía y control.

La salud mental en personas mayores no puede seguir siendo “olvidada” en los centros. Cuidarla es cuidar la dignidad, la autonomía y la calidad de vida de las personas mayores, y ese es el verdadero sentido del buen cuidado.

  1. Schalock, R. L., & Verdugo, M. Á. (2003). Calidad de vida: Manual para profesionales de la educación, salud y servicios sociales. Alianza Editorial. ↩︎

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