Alzheimer en residencias y centros de día: 5 claves para un buen cuidado

El Alzheimer es uno de los grandes desafíos que afronta el sector de los cuidados. Cómo nos preparamos hoy en los centros, afectará a miles de personas en el futuro.

Situación actual y perspectivas de futuro

En España, según la Confederación Española de Alzheimer (CEAFA), más de 1,2 millones de personas viven con Alzheimer y las proyecciones apuntan a que para 2050 la cifra se triplicará hasta alcanzar los 3,6 millones.

La enfermedad está estrechamente vinculada al envejecimiento; a mayor edad, mayor riesgo, por lo que el aumento progresivo de la población mayor es un factor multiplicador que pone de manifiesto la necesidad de encontrar soluciones de cuidado más flexibles y eficaces.

Esto supone un gran reto para las residencias y centros de día, que deben prepararse no solo para acoger a más personas con necesidades específicas de apoyo, sino también para garantizar un acompañamiento integral que promueva su bienestar físico, emocional y social, ofreciendo una atención digna y humana en cada etapa de la enfermedad.

Principales desafíos en residencias y centros de día

Las residencias y centros de día se enfrentan a varios retos que dificultan la atención a personas con Alzheimer:

  • Demanda creciente en los centros. El aumento de la longevidad de la población provocará que el número de personas con Alzheimer continúe creciendo, así como la demanda de servicios. Sin cambios estructurales, la presión sobre los centros y servicios de atención será aún mayor, afectando a la calidad del cuidado.
  • Modelos de atención rígidos. Todavía existen organizaciones con modelos de atención basados en tareas y protocolos estandarizados, que no ofrecen cuidados personalizados ni adaptados a las necesidades de cada persona. Sin personalización, no hay buen cuidado.
  • Detección tardía y falta de recursos especializados. Muchas personas llegan a los centros en fases avanzadas de la enfermedad y con pocas opciones de intervención temprana. Además, existen pocos recursos especializados en Alzheimer, lo que limita la posibilidad de ofrecer cuidados preventivos y adaptados.
  • Sobrecarga emocional y burnout del personal. El cuidado de personas con Alzheimer exige una gran implicación emocional, lo que puede generar altos niveles de estrés y desgaste en los equipos si no se ponen en marcha medidas de apoyo y autocuidado para los profesionales.

¿Qué podemos hacer desde los centros de cuidado?

A pesar de las dificultades, desde los centros y servicios podemos dar pasos muy concretos para transformar la atención y mejorar la calidad de vida de las personas con Alzheimer, creando un entorno humano, seguro y estimulante.

1. Formar a los equipos

Formar a todas las personas del equipo en Atención Centrada en la Persona, demencias, manejo de alteraciones conductuales o herramientas como el método de validación no es una opción, sino una necesidad si queremos ofrecer un buen cuidado.

También es fundamental asignar un profesional de referencia a cada persona, que sirva de principal apoyo, realice un seguimiento continuo y traslade información a otros miembros del equipo para coordinar los cuidados.

Además, hay que ofrecer espacios y herramientas de autocuidado a los profesionales que les permitan gestionar mejor sus emociones, reducir el burnout y el absentismo laboral. Para cuidar bien de los demás, hay que empezar por uno mismo.

2. Diseñar planes de atención individualizados

Conocer la historia de vida, valores, preferencias y rechazos de cada persona nos permite diseñar planes de atención personalizados con metas y actividades significativas (jardinería, cocina, arte…) que ayudan a mantener la identidad y dan propósito a la vida de las personas con Alzheimer.

Incorporar terapias no farmacológicas como la musicoterapia, reminiscencia, estimulación sensorial o terapia ocupacional, adaptadas a cada etapa de la enfermedad, ayuda a mantener las capacidades cognitivas, emocionales y sociales.

3. Crear espacios adaptados y acogedores

El entorno físico puede ser un obstructor o un potenciador de la autonomía y el bienestar. Señalética clara, colores diferenciadores y mobiliario seguro facilitan la orientación y la independencia de las personas con Alzheimer.

Al mismo tiempo, diseñar espacios hogareños con zonas comunes como cocinas, comedores y salones, promueve la interacción y proporciona bienestar social, mientras que decorar con objetos personales y significativos promueve el sentimiento de pertenencia y ayuda a mantener la identidad personal.

4. Implicar a las familias

La participación activa de las familias es clave para un cuidado integral. Mantener una comunicación abierta y fluida a través de aplicaciones de mensajería instantánea, videollamadas o reuniones, permite que las familias estén informadas y colaboren en el cuidado y seguimiento de la persona.

Además, ofrecer talleres de apoyo emocional y formación práctica facilita que comprendan la enfermedad y puedan contribuir de manera positiva al cuidado de sus familiares. Invitarles a participar en actividades fortalece la vinculación con el centro y enriquece el día a día de las personas con Alzheimer.

5. Conectar con la comunidad

Los centros pueden mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas con Alzheimer al establecer vínculos sólidos con su entorno. Por ejemplo, establecer una buena coordinación con servicios sociales, de atención primaria o hospitalaria, permite asegurar una continuidad y calidad en la atención.

Colaborar con asociaciones de Alzheimer o entidades locales permite incorporar estrategias y recursos de apoyo en el cuidado. Promover actividades que refuercen la interacción social, reduzcan el aislamiento y fomenten relaciones significativas, como programas intergeneracionales con escuelas, voluntariado juvenil o eventos comunitarios, enriquece la experiencia diaria de las personas y les proporciona bienestar.

El Alzheimer es un reto enorme para el sistema de cuidados en España, pero también una oportunidad para transformar la forma en que acompañamos a las personas mayores. Las residencias y centros de día tienen la capacidad de liderar este cambio, pasando de un modelo centrado en la enfermedad a un modelo centrado en la persona.

Formar a los equipos, adaptar los espacios, personalizar los planes de atención, dar apoyo real a las familias y fomentar la participación social son acciones que pueden marcar la diferencia en el bienestar de quienes viven con Alzheimer.

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