¿En qué punto estamos en el sector de los cuidados?
A lo largo de estos últimos años, hemos avanzado mucho en cuanto a sensibilización, normativa, profesionalización o modelos de atención. Todos estos avances que guían el futuro de los cuidados de larga duración, tienen como objetivo principal garantizar el bienestar y mejorar la calidad de vida de las personas, adoptando modelos centrados en las personas, cuyos principios se rigen bajo la ética asistencial.
A pesar de todos estos avances, existe preocupación en las organizaciones, tanto públicas como privadas, por adaptarse a la nueva normativa, avanzar en innovación y el uso de nuevas tecnologías, profesionalizar los equipos y afrontar retos que surgen en el día a día que requieren de una cultura organizacional flexible.
¿Hacia dónde se dirige el futuro de los cuidados?
En el camino hacia unos cuidados de larga duración más humanos, eficaces y sostenibles, nos encontramos con una serie de retos y oportunidades que marcarán el rumbo del sector en 2025 y en los próximos años. Estos desafíos no solo reflejan las necesidades actuales, sino que también destacan las áreas donde la innovación, la colaboración y la transformación cultural serán esenciales para avanzar.
1. El cambio demográfico y aumento de la longevidad
La esperanza de vida aumenta año a año gracias a avances en medicina y tecnología. Esto ha generado un incremento de la población mayor de 65 años, un mayor número de personas en situación de dependencia y discapacidad y la necesidad de facilitar a la población el acceso a recursos para mejorar su calidad de vida y bienestar.
2. La transformación de las estructuras familiares
Las familias han evolucionado significativamente en las últimas décadas, dando lugar a realidades diversas: personas sin familia, sin hijos o que, incluso, reciben cuidados de larga duración de sus propios padres.
A pesar de los cambios, el rol de cuidador principal sigue recayendo generalmente en las mujeres, perpetuando las desigualdades de género. Por ello, es crucial proporcionar recursos y apoyos adecuados a las familias cuidadoras, reducir los sentimientos de sobrecarga y soledad y permitirles mantener una vida social activa y equilibrada.
3. La evolución de la tecnología
La tecnología está transformando los cuidados convencionales, ofreciendo herramientas que buscan mejorar la calidad de vida y optimizar los servicios. Ejemplos de ello son los avances en teleasistencia, el desarrollo de robots de apoyo o dispositivos como los smartwatch, diseñados para facilitar la vida diaria.
Además, la tecnología social está en auge, con dispositivos inteligentes que permiten la interacción directa de las personas y software específico para la estimulación cognitiva.
Una innovación que genera debate es la telemedicina, que busca agilizar trámites y facilitar el acceso a servicios de salud. Estos avances requieren que los profesionales del sector sociosanitario se mantengan actualizados para integrar estas herramientas en los cuidados diarios.
4. Las políticas sociales innovadoras
El aumento de la esperanza de vida ha incrementado los costes asociados a los cuidados, provocando en muchos casos su privatización y mercantilización. Ante esta realidad, las políticas sociales deben innovar a través de normas, leyes, modelos de financiación y subvenciones para garantizar el derecho universal de acceso a unos cuidados dignos.
Las desigualdades sociales también afectan la capacidad de acceder a cuidados de calidad. Por ello, es esencial que las políticas sociales se comprometan a eliminar estas brechas, asegurando que todas las personas, independientemente de su situación socioeconómica, puedan acceder a recursos de calidad.
5. La profesionalización del sector
El papel de quienes cuidan es fundamental. Por un lado, las personas cuidadoras no formales necesitan formación y recursos que les permitan acompañar adecuadamente a sus familiares.
Por otro lado, los profesionales del sector deben estar cualificados para abordar tanto las necesidades de las personas como los retos del futuro. Esto implica formar a equipos técnicos y de atención directa no solo en conocimientos técnicos, sino también en habilidades sociales y comunicativas que favorezcan relaciones significativas en el día a día.
6. La desinstitucionalización
La desinstitucionalización promueve que las personas reciban cuidados en su propio hogar o, en el caso de residir en instituciones, en un entorno lo más parecido posible a un hogar.
Este enfoque prioriza el respeto por la autonomía de la persona, permitiéndole tomar sus propias decisiones y mantener su estilo de vida, incluso en situaciones de dependencia.
7. La arquitectura, diseño de espacios y accesibilidad
La accesibilidad arquitectónica es clave para generar entornos que fomenten el sentimiento de hogar y pertenencia. Este desafío incluye adaptar espacios en domicilios, centros de día, residencias y entornos urbanos.
Los espacios influyen directamente en las interacciones y emociones, por lo que es esencial cuidar aspectos como la distribución de los elementos, la accesibilidad cognitiva, los colores, la iluminación, los olores, etc. para crear ambientes acogedores, estimulantes y funcionales.
8. La coordinación entre servicios de salud y servicios sociales
Para garantizar unos cuidados de calidad, es necesaria una buena coordinación entre todos los agentes implicados en el cuidado. En este contexto, hablamos de los servicios de salud y los servicios sociales y comunitarios.
La colaboración entre los servicios de salud y los distintos servicios de apoyo a las personas que requieren de cuidados de larga duración, facilita y optimiza dichos cuidados, atendiendo de manera más eficaz sus necesidades y mejorando la calidad de los mismos. Esta relación inter y multidisciplinar ofrece una mayor cobertura y mejor atención en los cuidados que precisan las personas.
¿Qué estrategias nos ayudan a avanzar hacia unos cuidados de larga duración de calidad?
Los retos y oportunidades actuales en los cuidados de larga duración tienen un punto en común: la implicación activa de todos los agentes del cuidado. Esto incluye a la propia persona, sus familias, los profesionales y la comunidad, entendida no solo como la sociedad en general, sino también como los recursos y redes que se desarrollan en su entorno. Todo ello debe integrarse bajo modelos centrados en las personas.
Avanzar hacia unos cuidados de calidad requiere trabajar en tres pilares fundamentales: el modelo de atención y relación, el modelo de convivencia y el modelo ambiental. Esto implica transformar la cultura organizacional hacia una auténtica cultura del buen cuidado centrada en las personas.
En Activiza creemos fundamental que las organizaciones adopten un modelo de atención centrado en la persona, personalizando los cuidados y utilizando herramientas que preserven su autonomía y dignidad.
En este enfoque, el vínculo que se crea con la persona nos permite conocerla y reconocerla, lo que favorece la creación de relaciones significativas y plenas de sentido. Estas interacciones, que son la base del modelo de relación centrado en la persona, influyen directamente en cómo nos comunicamos y nos relacionamos en el día a día.
Y para favorecer la creación de estos vínculos, el modelo ambiental también juega un papel clave, ya que los entornos influyen en las emociones, el sentimiento de hogar y la posibilidad de establecer relaciones cercanas y auténticas.
Diseñar espacios que favorezcan estas conexiones es esencial para avanzar hacia un modelo de convivencia en el que todas las personas implicadas en los cuidados tengan un papel activo y requiere de organización, flexibilidad, horizontalidad y una cultura común entre todos los agentes del cuidado.
¿Quieres saber cómo implementar estas estrategias en tu organización? Contacta con nosotros y descubre cómo podemos ayudarte.